La sociedad vive inmersa en la mentira absoluta.

-Derrida-

¿Alguien me presta un poco de fe?

Basta dar una ojeada al título de estas líneas para darse cuenta de que es ridículo. Desde luego la fe no se presta como si se tratase de un billete usado. Crece en otros sitios y no se la puede someter tan fácilmente. Hasta lo que tengo visto parece que es ella la que decide poseerte cuando ve que le resultas adecuado.
Repasando un poco a nuestros sesudos amigos de la R.A.E. encontramos unas cuantas definiciones interesantes.
Fe: (Del lat. fides). 2. f. Conjunto de creencias de una religión.3. f. Conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas.
Parece ser que lo común es que hay que creer en algo que no se ve, en algo de lo que no hay prueba. Lo curioso es que si no tienes fe no puedes llegar a conocer aquello que te la proporciona y de esta suerte entramos en un círculo vicioso que no lleva a ninguna parte.
El problema de la fe es que es algo necesario para poder vivir. Hasta las creencias más miserables necesitan de una especie de fe bastarda. Si implícitamente acabo creyendo que el dinero me proporciona la felicidad debo de tener algo de fe en que acumulando o consumiendo dinero un día terminaré por ser completamente feliz. Porque ese día no lo conozco ni puedo probar que vaya a llegar pero ciegamente se cree que subiendo grados un día se terminará por ser completamente feliz con este sistema.
Y digo implícitamente porque generalmente somos demasiado cobardes para afrontar que conseguimos una cierta “felicidad” a partir del dinero. El dinero es muy sutil, se cuela por cualquier rendija, te adormece como el mejor de los narcóticos y en cuanto te das cuenta tienes una sonrisa estúpida en la cara que te agarra dejándote inmóvil pensando que te están sucediendo cosas maravillosas. A veces pienso que no era mala idea aquello que cuenta la biblia de retirase al desierto. Un desierto en el que no haya nada que te distraiga, que no tenga al dinero esperándote para narcotizarte, en el que al menos tengas posibilidad de enfrentarte a la realidad. Después desde ahí, desde cero, poder construir algo que no nazca torcido y que sea cierto.
Pero el caso no es este. No envidio la fe en el dinero. La conozco y aunque en ocasiones es muy tentadora sé que realmente no lleva a ninguna parte que merezca la pena. Envidio otros tipos de fe que me parecen más consistentes y aquí ya viene otro problema porque envidiar no es nada sano (aparte de moralmente reprobable). Envidiar te pudre el corazón y te hace poco receptivo así que aunque sea por egoísmo te conviene no ser envidioso. ¡Menuda ironía! Si quieres lo mejor para ti no seas egoísta. Parece la campaña de una conocida ong que decía algo así como: “siendo solidario te sentirás joven”. Así que olviden las cremas y demás potingues.
A estas alturas lo que me queda es salir a la calle como si fuese un loco e ir preguntando a ver si alguien puede prestarme un poco de fe. Pedirla por favor porque hace falta para vivir y hay ratos en que no hay suficiente. Justo aquí me viene otra vez a la memoria alguien que no llegué más que a ver unos segundos en un par de ocasiones y hace muchos años. Era un hombre de unos treinta años, con gafas, pelo rizo y bien arreglado. A mí se me parecía mucho (superficialmente al menos) al personaje de John Turturro en Barton Fink. Estaba en una esquina de una calle transitada y con expresión seria. Cuando pasabas por allí te decía si le podías dejar una peseta. No sé si alguien llegó a hacerle caso. Lo único que supe hasta aquí es que muchos estudiantes lo habían visto y lo comentaban con jocosidad, porque a esas alturas de la vida es divertido encontrar cosas novedosas. Más tarde vi en el periódico que esa misma persona se mató al poco tiempo tirándose delante de un tren. Un artículo sensacionalista, unos comentarios psicológicos simplistas y la sociedad ya ha lo ha digerido. No molesta y todo queda explicado. Cuando vi el artículo me di cuenta al momento de que era el mismo hombre y pensaba ¿qué sería aquella peseta? ¿qué significado tendría para él?. Da igual, sea cual fuese todos se lo negamos. ¿Y ahora qué me toca hacer a mí? ¿salir a la calle como uno de estos “locos” pidiendo que me presten un poco de fe? ¿Con que dignidad puedo hacer eso si yo también fui uno de los que le negó la peseta?
Vagamente recuerdo una frase de alguien que venía a decir que los pobres nos molestan tanto si les damos como si no, en el sentido de que si les das limosna se te sacude el bolsillo y si no se te sacude la conciencia. Hasta estoy dudando si se lo leí a Nietzsche en alguna parte. El caso es que gente como este “Barton Fink” no te deja impasible hagas lo que hagas. A menudo tengo la impresión de que son como mensajeros de alguien o algo. El problema es que cuesta entender el mensaje oculto.
Igual un día no aguanto más y voy parando a todo el mundo por la calle a ver si alguno me puede prestar un poco de fe.

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