La sociedad vive inmersa en la mentira absoluta.

-Derrida-

Fórmula uno: cuando el dinero corrompe al deporte.

El seguimiento de la fórmula uno en España ha aumentado exponencialmente en los últimos años. Cabría pensar si es que se ha encontrado una repentina vocación por este deporte por asociarse al éxito o si es que ya existía un interés que no terminaba de germinar. En cuanto a esto habría que considerar que en España sí ha existido desde hace bastantes años afición por el motor (motociclismo, rallies, etc…) y, además, destacados deportistas han despuntado dentro de este ámbito. Teniendo en cuenta que desde hace mucho ha existido afición por los deportes de velocidad parece sorprendente que la fórmula 1 haya conseguido cuajar únicamente en los últimos tiempos. Recordemos que hasta principios de los noventa había tanto desinterés que incluso hubo varios años en los que ningún canal de televisión se dignó en retransmitir el campeonato a causa de las bajas audiencias. El motivo fundamental de este cambio es muy simple, dinero.
La fórmula 1 lo constituyen una serie de fabricantes de automóviles que, como es lógico, tienen su propio interés por ganar. Hasta aquí se podría pensar que todo es lógico y funciona correctamente. El problema es que al nivel en que se suelen mover la mayoría de las escuderías no se encuentra demasiada diferencia entre escoger a un piloto o a otro. Ciertamente, y como en cualquier otro deporte, los hay mejores y peores, talentosos y mediocres,…pero la diferencia no resulta tan decisiva como en la mayoría de los otros deportes. Por ejemplo, en el motociclismo puede darse el caso de que un buen piloto que tenga una mala moto consiga ocasionalmente escalar puestos en la clasificación de una carrera, en la fórmula uno encontrar una situación así es infinitamente más complicado. Buena parte de la culpa la tiene la propia dinámica de la carrera de coches en la que es mucho más complicado realizar un adelantamiento que en una carrera de motos (recordemos que las motos son más “estrechas”), pero también es verdad que la propia fórmula uno no hace gran cosa para cambiar esa dinámica. Si bien es cierto que los circuitos construidos en los últimos años distan mucho de los antiguos, también es verdad que la “trazada natural” de los coches sigue manteniéndose en unos márgenes estrechos y, por lo tanto, sigue resultando determinante el orden de salida para conocer la clasificación final de la carrera.
Si en los deportes del motor siempre es importante el factor mecánico, en la fórmula uno resulta decisivo. De esta manera puede darse el caso de que un piloto mediocre tenga un coche magnífico y gane carreras constantemente, mientras que un gran piloto que tenga un mal coche sabe que le será imposible estar entre los primeros puestos. Es por esto que los pilotos hacen todo cuanto pueden para conseguir un coche que pueda ser competitivo. De hecho, en las ceremonias de entrega de premios de las carreras, suena tanto el himno del país al que pertenece el corredor como el himno del país en el que está registrada la escudería. Si ya podría parecer algo paradójico el hecho de que en algo que se considera deporte se premie a una máquina, el nivel llega al absurdo en cuanto comprendemos que, en el fondo, las escuderías compiten fundamentalmente por dinero y no por motivos “deportivos”. A más victorias, más ingresos para la empresa que gestiona la escudería que ha ganado. Lo que sucede es que este estrecho margen que les queda a los pilotos se hace menor cuando pueden ser intercambiables. Es decir, que deportivamente hablando, les resulta secundario fichar a un piloto que a otro. Es entonces cuando el dinero o intereses igual de oscuros (por ej., Massa ficha por Ferrari porque su mánager es el hijo del director de la escudería) empiezan a marcar el destino de cada uno. Lo que no es irrelevante son los ingresos que puede recibir una escudería en función de los deseos de los patrocinadores o los intereses velados que se mueven por detrás. Así se da frecuentemente el caso de que una escudería escoge a un piloto que es peor que otro (al que podrían reclutar en su lugar sin dificultad) pero es el primero el que tiene unos importantes patrocinadores dispuestos a aflojar la cartera a la escudería que deje sentar a este piloto en uno de sus asientos. Aquí sí que podemos encontrar el principal motivo de que hasta hace relativamente poco aquí no haya habido pilotos de fórmula uno destacados. A los patrocinadores les interesaba más apostar por deportistas de otros países de los que sí podrían obtener beneficios en el caso de que consiguiesen buenos resultados.
Por si esto no bastase habría que pensar en qué clase de deporte se ha convertido la fórmula uno en la actualidad. Un deporte que compite bajo la denominación de “campeonato del mundo de fórmula 1” y en el que todas las escuderías que participan son europeas o japonesas. ¿Acaso los otros países y continentes no forman parte del mundo? Cabría pensar que, vista la importancia de la tecnología en un deporte así, los países que se no consiguieron coger el primer tren que se inició con la revolución industrial no tendrían sitio ni posibilidad. Esto excluiría a una buena cantidad de naciones, pero lo sorprendente es que no todos los países que disponen de empresas automovilísticas de importancia compiten ahí. Aquí me estoy refiriendo directamente a Estados Unidos que, en estos temas, “va por libre”. Es verdad que los norteamericanos (al igual que el resto de países hegemónicos durante las distintas épocas) tienen su propia mentalidad pueblerina e ignorante que les hace pensar que lo suyo es lo mejor y que, por tanto, para qué van a fijarse en lo que hacen los demás. Pero también es cierto que económicamente hablando a las todopoderosas casas automovilísticas norteamericanas (Ford, Chrysler, etc...) no les interesa participar en la fórmula uno. Ellos mismos pueden distribuirse su propio pastel y obtener mejores beneficios que si participasen en el de los demás. Así pues a estas alturas cabría pensar en si existe algún motivo para seguir denominándolo campeonato del mundo. Tiene el mismo sentido que el que una persona cualquiera se decida a jugar a fútbol en el pasillo de su casa y se proclame a sí misma campeona del mundo de fútbol en el pasillo de casa.
Pero lo absurdo a lo que ha llegado algo que quiere seguir pasando como deporte no termina en lo ya citado. Sería conveniente reflexionar un poco sobre el sentido que tiene ganar o perder una carrera en los boxes. Teniendo en cuenta que los adelantamientos resultan cada vez más imposibles y que si algo cuenta es tener un coche que corra, además de una escudería que te respalde, resulta frecuente que la única forma de adelantar puestos o perderlos sea en el tránsito de boxes. ¿Qué tiene que ver cambiar las ruedas y llenar el depósito de gasolina con una carrera de coches? En realidad, nada. Es como si las carreras de atletismo se decidiesen siempre por el cambio de zapatillas al que se tuviese que ver obligado cada corredor. Podría objetarse que los neumáticos se degradan, los depósitos se vacían y que, por lo tanto, no queda otra que parar. Y nada más cierto, porque habría que parar. En las carreras de motociclismo también se para en un intervalo de tiempo similar, la diferencia es que ahí se ha terminado la carrera y los boxes sólo funcionan como ayuda y no como elemento decisivo. Lo que ocurre es que en la fórmula uno no se ha encontrado el mismo modelo de negocio que en el motociclismo. En éste hay tres cilindradas y, por tanto, tres carreras en cada gran premio, con lo que queda cubierta toda la mañana para los espectadores. En la fórmula uno carece de relevancia en cuanto a audiencia las “divisiones inferiores”, con lo que se hace necesario que la única carrera que va a haber se alargue lo más posible para seguir manteniendo una larga duración y unos fuertes ingresos. Así pasamos de los 45 minutos que podrían durar sin que hubiese ningún repostaje, hasta las casi dos horas de una carrera en la actualidad después de que se hayan hecho varias paradas en boxes. Si estos repostajes tuviesen una relevancia parecida al cambio de zapatillas en el triatlón podríamos pensar que no hay mayor problema pero la realidad es que, visto lo insólito de que aparezcan adelantamientos, las paradas en boxes resultan decisivas para el orden final de la carrera, siendo casi la única posibilidad que tienen los coches que van en cabeza de conseguir adelantar a los que los preceden.
Suelo decir que la fórmula uno es el mayor reto para un comentarista de radio o de televisión ya que es un deporte en el que no normalmente no pasa absolutamente nada. Lo habitual es que el piloto que ha quedado el primer puesto de la clasificación para la carrera acabe también el primero o, como mucho, entre los primeros. Sin apenas adelantamientos, y con las escasas posibilidades de rebasar al contrario condensadas en el tramo en que hay que parar en boxes, no queda otra que esperar los abandonos. El que a alguno de los que van delante se le rompa el coche, a ver si así hay forma de rebasarlo. Curiosamente esto es algo que sí sucede relativamente a menudo. Con lo que al deporte de velocidad en el que se gana cuando los corredores tienen que parar, podemos añadirle que en él se puede mejorar cuando tu contrario ha tenido una desgracia.
¿Qué es lo que queda de lo que se supone que es un deporte? Muy poco, o nada. ¿Cuál es la verdadera motivación que realmente mueve todo esto? Los intereses económicos.

6 comentarios:

Dizdira Zalakain dijo...

Esto contradice -una vez más- la teoría del mercado, según la cual, lo que gusta vende y lo que no, no se vende. Si la F1 es un coñazo ¿por qué entonces se vende tan bien? O, como dices tú ¿por qué hace solo unos años no se vendía?
La F1 es un deporte estupendo para la ética capitalista. No depende casi nada de cualidades humanas, sino de poder económico. Es agresivo, maquinal, cacofónico y carente de emoción. Los conductores pertenecen ineludiblemente al grupo de los niños de papá de cada país. El espacio está desprovisto de cualquier elemento humano o natural: asfalto, hormigón, caucho y masas lejanas de público que son pixeles en la pantalla.
El éxito concreto en nuestro país viene a raíz del nuevo héroe nacional, que lleva la bandera de España a todos lados y se codea con Emilio Botín, los Aznar y los Borbón pero que, como ellos, roba ingentes cantidades de dinero a los españoles que les aclaman, en este caso defraudando inmensas cantidades de dinero a Hacienda empadronándose en el extranjero.
Un modelo a imitar.
Saludos.

. dijo...

No lo había pensado de esa manera pero es cierto. Habría que inventarse un deporte absurdo y conseguir que millones de personas estuviesen detrás de él. Sería algo así como cuando se publicitó en Italia un producto fantástico que no existía. Después de que millones de personas estuviesen impacientes por verlo salir al mercado el chasco fue tremendo cuando se supo la realidad.

Ahora que mencionas el ciclo Alonso -> "Botines" -> empadronarse en el extranjero, me ha venido a la cabeza Arantxa Sánchez Vicario. No es exactamente lo mismo pero la última participación que tuvo en los juegos olímpicos fue porque tenía la convicción de que iba a ser la abanderada de España (ella misma y su hermano se encargaron de recalcarlo bien por todas partes). Curiosamente ha vivido casi toda su carrera deportiva en el extranjero. No deja de tener su ironía el que alguien que explota todo lo que puede a su país (por el que además se supone que compite) sea el que lo represente. Sin duda una buena muestra de la clase del país. Finalmente no lo consiguió, pero estuvo cerca.

Un saludo.

Guz dijo...

¿Qué producto inexistente era ese? Me has dejado con la curiosidad. Con respecto al post estoy deacuerdo que es un negocio y a mi no me gusta nada ese deporte pero pienso que todos los demás tambien se mueven por dinero únicamente...
El único deporte que queda hoy por hoy en el que no pinta nada el dinero es el que hacemos nosotros en nuestro tiempo libre.

. dijo...

No lo recuerdo exactamente. Creo que era una especie de salsa de tomate o algo así que se anunció en los años ochenta. La anécdota se la escuché a un profesor que tuve, en cuanto a esto le doy total credibilidad.

Resulta inevitable que el dinero, de una forma o de otra, acabe moviendo todo lo que hay en torno al deporte. Lo que me parece llamativo del caso de la fórmula uno es que la proporción de lo que el dinero a llegado a dominar es tan rade que ha terminando reduciendo este deporte a una mínima expresión. Ha interferido sobre él completamente. Por lo que yo sé no hay un deporte en el que pase hasta semejante nivel.

Saludos

Pitt Tristán dijo...

Sólo he asistido a una carrera del mundial de motociclismo en España. No he visto espectáculo más aburrido, absurdo e incómodo (sobre todo para llegar hasta el circuito), y sin embargo multitudinario. La economía, el mercado, dirá lo que quiera, pero me parece que estamos inducidos por el poder económico (publicidad, acción comercial...) para que nuestros gustos sean los deseados por el gran capital.

Fernando.C dijo...

Estoy deacuerdo con este artículo.
La Formula1 no tiene porque ser aburrida, pero desgraciadamente el dinero lo ha corrompido todo, desde la religión a la política y pasando por un gran abanico de temas, entre ellos el deporte, pasando de ser usado para entretenimiento a mover dinero de forma fácil y legal, eso si, la madre de todas la estafas es el fútbol.