Estos días, sin saber el motivo, me ha venido a la cabeza José Hierro. Quizás porque he podido encontrar poca gente que pueda caminar con dignidad de la forma que él lo hacía.
Lo recuerdo cuando estando ya gravemente enfermo tenía la voluntad de venir a mi pequeña ciudad para tomar parte en un premio literario de poco renombre que sin embargo él tenía en aprecio. Porque los premios, además de ser injustos por naturaleza, a veces también tienen su lado positivo y puede merecer la pena esforzarse para encontrar un talento que tenga algo del reconocimiento de merece. Irónicamente cuando al propio Hierro se le citaba para algún premio, sinceramente y avergonzado enunciaba una serie de nombres de los que decía que eran más merecedores que él y procuraba quitarse importancia.
Aunque sea injusto afirmarlo ahora recuerdo a mi madre diciendo: “Gente así no debería morir”.
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