La sociedad vive inmersa en la mentira absoluta.

-Derrida-

Yo no pedí venir a este mundo

No le concedo demasiado valor al pensamiento lógico. Esto no quiere decir que no tenga una cierta utilidad, simplemente me sirve para poco. Prefiero esa clase de pensamiento en el que, en lugar de pensar conscientemente en algún tipo de deducción, ves “pasar por delante” lo que estás pensando.
Esta diferenciación ni siquiera es mía. La cita el personaje de Charlie Parker en el cuento de Cortázar “El perseguidor” (incluido en “Las armas secretas”). Según esta clase de pensamiento uno “ve” lo que piensa y, por lo tanto, su posición es la de paciente. No hay control de la situación, la única elección es la dejarse llevar o no) a veces ni eso). Uno de los caminos por los que se manifiesta este sistema es porque te vienen ideas a la cabeza sin que puedas controlarlas y a menudo sin motivo o razón aparente. En cuanto al funcionamiento se podría decir que es parecido al de estas personas que alguna vez nos encontramos hablando solas por las calles, la diferencia es que en este caso se da en silencio.
Hace una temporada que sin que pueda controlarlo la idea o frase que me viene repetidamente a la cabeza es algo así como “Yo no he pedido venir a este mundo. ¿Por qué me han traído?”. Digo esto como “víctima” ya que a mí no me han pedido la opinión sobre si quería nacer o no. Aunque la idea, pensamiento, neurosis o lo que sea se termina ahí, inevitablemente no toca otra que apuntar a los progenitores. No porque haya pensado directamente en ellos, sino más bien porque achaco a ellos mi existencia (no creo en extraterrestres ni en otras posibilidades más verosímiles).
Hasta aquí todo es normal. Lo consideraría una de las muchas ideas más o menos absurdas que por temporadas me van viniendo a la cabeza y que, antes o después, se cansan, se van y me dejan tranquilo. Lo curioso es que he ido a una conferencia y el ponente ha sacado el tema haciendo un apartado únicamente para mencionar la frase casi de idéntica forma a como yo la había formulado. El conferenciante fue Andrés Torres Queiruga y, aunque la charla iba por otros derroteros, citó la frase para hacer comprender que existe una pregunta que obliga a la necesidad de encontrar significado a la existencia de cada persona.
A Queiruga lo han calificado repetidamente de “optimista”. La influencia de “el mejor de los mundos posibles” de Leibniz es más que evidente en su cosmovisión (aunque él mismo se quiera desmarcar). El problema, al menos para mí, es que simpatizo con la réplica que Schopenhauer dio a Leibniz sobre este tema diciendo que este es “el peor de los mundos posibles” y que solamente con que fuese un poco peor se desmoronaría por completo por sí solo. Como es fácil calcular el pensamiento de Queiruga está en las antípodas respecto al mío. Por buscar una proporción pongamos que de cada cinco ideas que decía una me parecía un disparate completo. Una de las más curiosas fue la “resolución”(yo le llamaría “escapismo”) de "el dilema de Epicuro" (que hasta lo que yo sé, además de llevar irresuelto más de veintitrés siglos, se ha cargado él solito todas las teodiceas) aludiendo que no es aplicable a un mundo como el nuestro ya que se halla en la finitud. Entiéndaseme bien, no se me ocurre dudar de la erudición y de la seriedad de Queiruga. Simplemente tenemos sensibilidades distintas que nos hacen ver las cosas de muy distinto modo. Igual que él expuso el suyo en mis preguntas dejé ver el mío. Naturalmente no hubo explicación satisfactoria (al menos para mí) y si me reprimí de seguir preguntando fue porque la charla simplemente se convertiría en un diálogo de besugos, además no creo que la amabilidad se pudiese estirar tanto. Creo que con el esfuerzo, sacrificio y buena voluntad de Andrés todos los que estábamos allí nos deberíamos sentir más que satisfechos.
Si me he extendido algo en esta última parte es para comprender el contexto y para hacer notar cómo se puede llegar al mismo punto (el tema de la frasecita) partiendo de posiciones tan distintas.
En cuanto al significado de esta idea creo que resulta obvio. Salvo que la ignorancia, o algún anestésico de similares efectos que acuda a nuestra ayuda, no nos lo impida no queda otra que comprender que toda nuestra existencia no es otra cosa que un “valle de lágrimas”. Me siento tan confiado en la validez de esta afirmación que podría retar a quién fuese a que me demostrase lo contrario con cualquier motivo. Es más, si alguien consiguiese hacerme ver que estoy equivocado me haría un gran favor, pero hasta entonces no me queda otra que afirmar que un buen número de las alegrías nacen de penas. Estoy cansado de ver pintores o amantes de la pintura que pasaron largas temporadas encamados (Toulouse Lautrec, Frida Khalo, mi ex-profesor de estética,…); músicos víctimas de la violencia (el citado Charlie Parker, Mozart, Chopin,…) y así sucesivamente. Se podría decir que las “alegrías” que ofrece el arte no es algo tan distinto al placer de rascarse un grano. La objeción es fácil, sería más lógico no llegar a tener nunca un grano y así no tener necesidad de rascarse. En el plano intelectual podríamos movernos en términos similares así que sólo nos quedan los “anestésicos” (ignorancia, drogas, etc…). En cierto modo entiendo al personaje de Cypher en Matrix. Él prefiere renunciar a la lucha y vivir en la mentira porque la verdad, ese “desierto de lo real” de Baudrillard, es insoportable. Y no es que me quiera referir únicamente a un grupo de gente. Todos vivimos bajo la amenaza constante de la muerte, si nuestro corazón no hace el esfuerzo de seguir latiendo durante los siguientes instantes desaparecemos. Ni hablemos de lo que sucede en la naturaleza, esa llamada “selección natural” que no es más que un atroz y constante cúmulo de asesinatos. Las denuncias podrían ser muchísimas y, como decía, seguramente abarcasen todo cuanto existe.
La respuesta de Queiruga a que nuestros padres tengan derecho a “hacernos nacer” es que lo hacen por amor. Admite que el mundo está lleno de miserias pero que el amor de nuestros padres estará allí para apoyarnos. Quizás sea algo simplista expresarlo así pero una formulación de este tipo se cae por su propio peso. No creo que hubiese mucho amor en las palizas que recibieron Parker o Mozart, ni mucha responsabilidad en los padres de Lautrec (parientes directos que por fuerza engendrarían hijos con problemas de salud). Como Queiruga dijo sin ese “amor” sería la mayor de las perrerías hacer nacer a alguien. Algo así debió de pensar Cioran para llegar a decir que lo que le salvaba para poder seguir viviendo es que se podía suicidar en cualquier momento. Una forma de escape. La cuestión es que ni siquiera con el suicidio desaparece el problema. Simplemente se elude, pero las preguntas siguen ahí. El problema comienza con la existencia y, de alguna manera, no termina ni con la muerte.
No me gustaría dar una impresión equivocada a nadie con este texto. Estoy de lo más tranquilo y lo mismo escribo estas letras que me puedo rascar el trasero. Simplemente es cuestión de llamar a las cosas por su nombre. Por eso no me gusta nada la calificación de pesimista que se le suelen dar a las personas que describen la realidad en estos términos. Los citados Schopenhauer y Cioran fueron y siguen siendo enmarcados en esta categoría. A mi modo de ver no es pesimismo, es realismo. Si algo es de una forma y encima nos engañamos con la denominación sólo conseguiremos tener dos problemas en vez de uno.

14 comentarios:

RR dijo...

Es por eso que a nuestra capacidad de aceptar y sonreír al dolor se le llama amor. Amor a nosotros mismos y a nuestro propio destino. Suena de lo más aterrador, pero puede ser un pensamiento bastante útil en este absurdo llamado vida...

Cambio y fuera

Alto Sil dijo...

Sí, yo también estoy de acuerdo en que la afirmación de Queiruga de que nuestros padres nos hacen nacer por amor es simplista, y además me suena a discurso de cura tradicional de parroquia. ¿Cómo puedes amar a algo que aún no existe? Pero creo que lo que impulsa principalmente a alguien a procrear es ese afán de tener algo propio, de clonarse. Además, algunas de las personas que más admiro, y más altruistas, no han querido tener hijos, mientras que otros que sólo piensan en sí mismos y en nadie más, desean tenerlos.

Nadie nunca te podrá demostrar que el mundo no es un valle de lágrimas. Globalmente, no sólo es un valle de lágrimas, sino también de sangre. Si has recorrido el más profundo y oscuro de esos valles, y luego has conseguido salir de él, aunque sigas sumergido en el río de lágrimas, intuyes que puede llegar un día en que sigas inmerso en él y empapado, pero ya no sólo no te importe, sino que entiendas que tiene que ser así. Pensar esto último, que nadie te puede demostrar, sólo es posible gracias a la fe (no necesariamente religiosa). La fe que surge de ver que has sido capaz de subir media montaña, y ¿por qué no? quizás seas capaz de subir la otra media.

Pero yo también me levanto algunos días por la mañana y me pregunto que de quién es la idea de habernos enviado a este mundo de espanto. ¿Es como un juego de civilizaciones de ordenador, que alguien está jugando con nosotros? A veces pienso que la vida es una broma pesada que no tiene ninguna gracia. Hay vidas realmente espeluznantes, que ni el más fuerte es capaz de soportar. Demasiado sufrimiento que no sirve para nada, porque cuando el sufrimiento es extremo no ayuda a crecer, sino que destruye. Muchos interrogantes que no somos capaces de entender, aunque quien parece haber llegado al final del camino dice entender. ¿Nos queda otra alternativa que creer que algún día llegaremos a entenderlo? Yo prefiero pensar que sí, quizá como vía de escape a la desesperación y el pesimismo absoluto.

Dizdira Zalakain dijo...

Esa cuestión me la he planteado desde que era adolescente y es la razón de que no haya tenido hijos todavía y de que, probablemente, no los tenga. Siempre me ha sorprendido con cuánta inconsciencia jugamos a ser dioses cuando tenemos un hijo. Estamos creando a alguien que, como tú dices, no nos ha pedido nacer y le estamos condenando no solo a este valle de lágrimas sino a los límites de su propia infelicidad, incapacidad y fracaso. En el mejor de los casos, en el caso de que todo le vaya razonablemente bien, tendrá que enfrentarse con su inevitable muerte.
Me temo que los hijos, olvidando los descuidos imprevistos, se tienen muy a menudo por inconsciencia -es lo que socialmente se espera de ti. Otras veces por vanidad, -para que tenga mi pelo y mis ojos y esas bobadas-. otras por infantilismo-consumismo -porque los bebés son encantadores, porque me encantaría comprarle tal y cual chorrada, para tener la parejita...
Pero el tema de la vanidad es uno de los más llamativos. De lo contrario, no se explica cómo hay tantos niños abandonados por sus padres biológicos en el mundo y, a pesar de esto, se siguen teniendo los propios. En los países ricos multitud de parejas se embarcan en interminables tratamientos de fertilidad por tener un hijo propio, con lo fácil que sería adoptar uno. Ya entenderás que no se puede hablar de este tema con casi nadie y menos aún con mujeres -más aun si han sido madres hace poco- ya que se entiende que nosotras, mujeres, tenemos que estar imbuídas de un instinto materno que da sentido a nuestra vida por más que consista en dar vidas sin sentido. Tal cosa es lo que dicen que nos hace tan femeninas y especiales. en fín, consuela comprobar que hay gente como tú con pensamientos similares.
Con respecto al problema de Epicuro, también yo quisiera encontrar una solución convincente. Es un problema que afecta por igual a cristianos y musulmanes, que se plantea estupendamente -aunque se responde más bien decepcionantemente- en el Libro de Job. Han sido una infinidad las páginas que los teólogos de ambas religiones han llenado con posibles soluciones. Una de las más razonables que conozco está planteada en el "Libro de los dos Principios" una obra cátara del siglo XIII, publicada en la Ed. Siruela. Me está pareciendo muy interesante. Aunque claro, su solución consiste en negar una de las premisas de Epicuro, la de que Dios es omnipotente.
En fin. Una vez más te digo que este post lo hubiera suscrito yo de principio a fín.
Por cierto, que también suscribo todo lo que dice Alto Sil.
Saludos.

emejota dijo...

Blues, ya sabes que no puedo comentar un razonamiento en cuya trayectoria no podría estar más de acuerdo. Pero me voy a permitir comentar algo así como "una doble vida". A niveles intelectuales, repito, acordes. Mi experiencia, puramente biológica, fuertemente "animal" me mantuvo escindida entre mi inclinación dilucidante y esa fuerza biológica superior, contra la que me queria rebelar y no me resultaba posible, "ataita" del todo me tenía. Fue por ello que tuve hijos, porque mi cuerpo me lo demandaba. Acabé como todos, por las mismas razones, pero por lo visto mi cuerpo se dio el gustazo. Ahora mis "dos gustos" andan por ahí sueltos, como todos. Cuando me preguntaron por mi opinión a la hora de procrear, se lo puse muy negro. El mayor se ha replicado y como no tiene tiempo de pensar y dispone de medios económicos para alimentar, pues de momento es feliz. El segundo está de acuerdo con Dizdira, pero tampoco dispone de los mismos medios ni de la misma capacidad de sacrificio.
Ahora, desde mi atalaya, libre de engorros biológicos, solo se me ocurre decir un taco, que relaja mucho: p... vida, procuraré montármelo lo mejor posible e intentar inspirar a quien me lo permita, con el fin de ....¿que?.. me conformo con que sirva para ayudar a "sufrir con conocimiento de causa", que alivia un poco a los que se sienten misántropos. Un abrazo.

Lectora dijo...

Yo creo que hay etapas en la vida, y tal vez como en una especie de alquimia hay que pasar por el negro en algún momento para alcanzar el oro, o quizás sean ciclos repetidos, eso sospecho.

En mi caso puedo decir que todo lo que escribes me suena y lo habría compartido en otros momentos, hoy no, quizás mañana. Mi momento vital es diferente hoy.

Encontrar el sitio de uno mismo en el mundo es difícil y arduo, mientras eso no sucede el pesimismo se apropia de los individuos, muchas veces obsesionados con lo que se supone que deben ser, sin escuchar su voz interior, otras veces la mala suerte no ayuda, otras las pocas ganas de luchar.

A mi esa frase con que titulas la entrada es algo que me hace daño, quizás porque no hace mucho que soy madre.
Si alguien no está de acuerdo con que le hayan traido, y voy a ser dura, lo tiene muy sencillo, tiene la posibilidad de decidir marcharse cuando y como quiera, si elige no hacerlo y quedarse debería no volver a pronunciar esa frase nunca jamás, y mucho menos ante la madre que lo/la parió.

Como madre debo decir que tener hijos es un instinto evidentemente, y debo decir que da miedo, es una responsabilidad muy grande.
Pero curiosamente y algo que no pensaba es algo que a mi me ha relajado existencialmente, la muerte ya no me importa tanto, ahora comprendo que debo ir envejeciendo para que ellos crezcan, las primeras arrugas que veo en el espejo no me disgustan tanto, son por y para ellos.

Y debo decir que tener un hijo es la cosa y el sentimiento más dulce que puede sentir un ser humano, hay otros sentimientos humanos que se pueden sentir de otras maneras, lo más romántico, lo más béllo, lo más interesante, lo más...etc...

Pero lo más dulce es un bebé precioso que te mira con sus grandes ojitos y te toca con sus manitas gordezuelas y te llama "mamá".
Yo cuando abrazo sus cuerpecitos me siento como si el resto del mundo no importara, es un momento único, intento retener la sensación de esos segundos para siempre en mi mente, es un trozo de eternidad, me conecta con el universo.
Saludos,

. dijo...

Tengalice:

Es complicado salir del absurdo sino es bajo la fe o la esperanza. Y eso si es que se consigue.

Alto Sil:

Estoy conforme en que generalmente se tienen hijos por propio egoísmo. Es como tener un “casa Pepe”. Una forma de extender los dominios y muchas veces una forma de dominar a alguien. Se podrá ser un don nadie pero en la casa de uno se es el rey. Hay unas pequeñas personas sobre las que se tiene control total y esta sensación de dominio es inmensa. Desde luego esta es una forma bastarda de tener hijos. En una forma genuina (que pienso que también la hay) habría que afrontarlo de una forma no desinteresada. Pensar en el bien del otro y no en contemplarlo como una posesión.

Además de pensador Queiruga es un sacerdote, cosa que se le nota bastante. Pero lo que te aseguro es que no es un sacerdote nada convencional. Prima en él su pensamiento y su conciencia a cualquier otra cosa. Esto pasó cuando mencionó lo errado de las oraciones de petición que él contempla de una forma muy distinta a lo habitual. Sin que nadie le preguntase acabó diciendo que se negaría a hacerlas al modo tradicional y que si fuese necesario le llevaría la contraria al Papa aunque estuviese a su lado.

Esta idea que esbozas de seguir en el “valle de lágrimas” pero que ya no importe es muy interesante. Como dices la fe (entendiendo fe como capacidad humana no necesariamente religiosa) es casi lo único que te puede hacer seguir mirando hacia delante. Es curioso que las personas siempre terminemos sacando la esperanza en lo que tiene solución. Parece que nos negásemos a asumir la realidad como algo horrible.

A menudo yo también tengo esta idea de estar inmerso en “un juego” al que nadie me ha preguntado si quería jugar y del que apenas sé las reglas. Reglas que, por otra parte, muchas veces no me gustan.

La idea de que el sufrimiento extremo no ayuda a crecer, sino que destruye, la tengo asociada a la pobreza y a la miseria. De la pobreza y las carencias pueden nacer muchos esfuerzos y necesidades que sean constructivas, con lo que, quizás paradójicamente, sean constructivas (en parte iría parejo a la visión marxista de lo que es la propiedad). Nunca lo había pensado en el sufrimiento extremo. A mi modo de ver el sufrimiento sólo te deja dos salidas, la tradicionalmente buena intentando aliviarlo y la tradicionalmente mala devolviéndolo. Desde luego alguien que haya sufrido ampliamente difícilmente podrá proseguir con su vida como si no hubiese pasado nada. Quizás consiga ignorarlo pero seguirá latente dentro de su persona esperando salir. Si el dolor fuese extremo creo que sería más complicado optar por la vía “buena”. Me parece complicado conseguir ser constructivo en una situación así.

(sigue)

. dijo...

(continuación)

Dizdira:
Todos estos motivos espurios para tener hijos que comentas son ciertos y, desde luego, así sucede en la mayoría de los casos. Sin embargo me gustaría contemplar también una forma genuina. En este camino los hijos no son fruto del egoísmo sino del amor. El amor tiene entre sus características que busca crecer. Ya no sería que un mi hijo lleva mis rasgos, sería que es la realización del amor de dos personas. Desde esta óptica hasta me parecería coja una relación que no consiguiese plasmarse en un hijo. Aunque esto último pueda sonar muy derechista te aseguro que no tiene nada que ver.

El dilema de Epicuro es muy importante e ineludible pero creo que, vista la infinidad de intentos infructuosos que han existido do a lo largo de la historia por resolverlo, creo que no queda otra que comprender que para superarlo hay que salir del ámbito racional (lo que no quiere decir que haya que prescindir de seguir buscando una explicación racional). Esta opción no es que sea un gran consuelo pero viendo la cantidad de ámbitos en los que lo racional fracasa o es insuficiente no sería tan descabellado observar el tema desde otros planos.

Emejota:
A riego de volver a parecer un “derechista rancio” diré que las personas tienen potencialidades naturales, sino se explotan se crea una frustración. Algo así pasaría si se le prohibiese tener hijos a toda mujer bajo el pretexto que fuese. De todas formas el tema es más complejo que la forma en que lo estoy enunciando.

Sonja:
Me gustado tu opinión, no sólo porque va por otros caminos que la de los demás que estamos escribiendo aquí, sino porque con ella plasmas tu propia experiencia.

Tal como he enunciado la entrada me parece del todo lógica y fundamentada. En ese sentido no veo por qué desdecirme. Pero hay una parte que no quise mencionar en la entrada y a la que, de algún modo tú respondes. Esto es que el sentido de la vida se encuentra viviéndola. Así es como podría resumir la forma en que expresas la experiencia que compartes con nosotros. También me gustaría matizar que sentir no tiene por qué justificar algo de por sí. No creo que haga falta que me ponga a enunciar los motivos porque ya habido suficientes disquisiciones a lo largo de la historia para diferenciar las pasiones adecuadas de las inadecuadas.

En lo que difiero es en que suicidándose se solucione el problema. Buscando la muerte se busca una escapada pero el problema permanece. Si me molesta la gente y mañana me matase para no soportarla más no sabría, por ejemplo, por qué la gente se comporta de ese modo. Sería una forma de escapar por la puerta de atrás sin enterarse de nada de lo que ha sido la función.

Saludos para todos

emejota dijo...

Blues, quiero que sepas que el último post se me ha "escapado" por tu "culpa culpita culpa". Lo cual me ha venido muy muy bien y te quedo muy agradecida, pues andaba un poco desvaída en esto de la escritura diaria, dado que me lo impuse a modo de "ejercicio neuronal". Un abrazo.

. dijo...

Si en algo he podido servir de ayuda (directa o indirectamente) pues encantado.

Un abrazo.

Sir John More dijo...

Bastante de acuerdo contigo, amigo Blues, y digo bastante porque, teniendo razón en eso de que el lenguaje lógico es el menos creativo, también es cierto que si el común de los mortales pensara por lo general con un poquito de lógica, otro gallo le cantaría al mundo. Pero es sólo una pequeña apreciación sobre un acuerdo general. En todas esas tonterías que escribo he insistido mucho en eso que dices, en que el pesimismo de algunos es verdadera vida, ánimo, la mejor manera de afrontar este sinsentido que es vivir.

Por otro lado, creo que hay otra buena razón para tener hijos, además de la que le apuntas a Dizdira: somos animales, el cuerpo nos pide procrear. Y claro, podemos razonar este instinto y anularlo sin problemas, pero cuando tienes hijos te das cuenta que lo que te une a ellos es pura animalidad, un amor bastante parecido al que un león puede tener a su cachorro. Si ahora, sin conocer a mis hijos, y con lo que sé, tuviera que elegir, no tendría niños, sin ninguna duda, pero luego de tenerlos no imagino cómo podría vivir sin que ellos estuviesen en este mundo. Es una de las experiencias más feraces que pueden ocurrirte cuando te rindes a la vida. Un abrazo.

. dijo...

Hola Sir John:

Encantando de poder saludarte de nuevo y de que nuestros caminos se sigan entrelazando.

Pensando en esto que comentas de que es el cuerpo el que pide procrear...parece que es la vida la que toma su propio empuje y nos use para sus fines. Quizás también sea aquello de que el sentido de la vida se adquiere al vivirlo.

Un abrazo.

L dijo...

Me gusta mucho este blog y esta entrada y los comentarios, son muy interesantes.

Me quedo con el último comentario y la frase "Es una de las experiencias más feraces que pueden ocurrirte cuando te rindes a la vida."

Un saludo

. dijo...

Hola Autosuficiente:

Sir John suele hacer comentarios interesantes. A mí también me resulta llamativa la frase.

Gracias por la amabilidad.

Saludos.

Sergio A. P. dijo...

Creo que el amor de los padres está fundamentado en el egoísmo: el impulso de tener descendencia se muestra así de tierno. Desde un punto de vista sesgado, como siempre, me parece un comportamiento egoísta e irresponsable tomar la decisión de construir un ser consciente para que se enfrente a los problemas existenciales. Problemas que con frecuencia me pregunto si realmente toda la humanidad padece, porque muchas veces me parece que no es así. No tienes más que copiar y pegar este texto por ahí, para que la inmensa mayoría de las personas que lo lean se lleven las manos a la cabeza y me señalen como un loco, pues cómo puedo argumentar que "la nada" podría ser superior a una existencia donde en el mejor de los casos obtendremos un beneficio cero (esto es, que estamos en un valle de lágrimas).

Pero una vez experimentas el amor, esa valoración de que estás ante un comportamiento egoísta desaparece, el juicio se desconecta y da paso a una placentera estupidez de la que nunca quieres salir y que buscarás desesperadamente durante el resto de tu vida, y te dan completamente igual las consecuencias. Así, el amor es un estado no tan ideal como podría pensarse, al menos, para terceros (la potencial descendencia) y en él el individuo encuentra la justificación de su existencia y de todos sus actos, o al menos eso es lo que hace pensar a las pocas neuronas libres que pudieran quedar.

El único consuelo que puedo encontrar es que, al igual que la mayoría de las criaturas de este planeta no pueden resolver mediante un razonamiento lógico (conscientemente algorítmico quiero decir, porque sí pueden hacerlo mediante ciertas transformaciones lógicas) problemas matemáticos que sí tienen "solución", nosotros con nuestro limitado intelecto no podemos resolver las preguntas de la existencia. El problema deriva de que tendemos a pensar que el razonamiento humano es la forma más clara de enfrentarse al mundo y que, en su omnipotencia, si no es capaz de encontrarle un sentido desde el punto de vista "humano" es porque no tiene sentido. De todos modos, si estamos aquí es por algo. Que ese algo sea importante o no, sólo es relevante en función de nuestra vanidad.

Y ahora es cuando leo el resto de los comentarios (de hacerlo antes, me estaría condicionando y no estaría respondiendo a tu post).

Saludos, tienes un blog interesante; debes de ser una persona interesante y creo que volveré a pasarme por aquí.